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miércoles, 11 de abril de 2007

Piña colada

"Everything changes.." y suspiró.
Tomó dos paquetes de galletas saladas y las guardó en su bolsillo izquierdo.
"I don´t know why I opened the popote. I never use it." Siguió comiendo la sopa que le había traido esa señorita que se presentó como Norma y que me sonrió con la más vulgar sonrisa que jamás haya visto.
Debajo de la mesa guardaba las distintas cosas que tomaba de la mesa: galletas, pan, los famosísimos paquetitos de mantequilla insípida, limones... sin embargo siempre dedicada a su platillo.
Para mí era extraño tener una comida así en un domingo cualquiera, pues normalmente comiamos todos juntos al rededor de la mesa, pasando los bols con ensalada y verduras y haciendo ruido con los tenedores y cuchillos que se claqueaban entre ellos creando toda una sinfonía metalera. Así le llamo yo.
Este domingo era distinto. Eramos ella y yo... y las simples palabras que soltábamos de vez en cuando: al final del trago de naranjada o una vez masticada la ensalada.
Su plática era extraña para mí; no suelo hablar mucho con ella, a menos de que sean historias de cuando llegó a México.
Decidimos tomar un helado: yo de chocolate y ella de vainilla.
Se puso los lentes para poder contemplar el menú de las sugerencias del mes.
"Maybe I'll come back on tuesday... with Guille... They have wonderful platillos...".
Anillos grandes y collares que la hacen ver como toda una señora con clase. Sin embargo siempre carga con la canasta de mercado roja que compró hace ya 6 años: su fiel compañera de viaje.
Ahora recuerdo cuando viajábamos a Taxco. Todos llevábamos maletas grandes, repletas como para un mes, cuando solo íbamos de viernes a domingo. Y ella? Ella viaja light. En su bolsa de mano negra metía pasta de dientes, cepillo, peine, spray, y su pijama verde aqua.
Con mi helado venian dos finas galletas Macma o como se llamen, pero decidí no comer ninguna. Ella mientras probava su helado poco a poco. Sus dientes son débiles después de aquel accidente que tuvo justo antes de que mi mamá se volviera a casar. Qué tragedia! La recuerdo como si fuera ayer. Ella lloraba; no por ella sino por sus anillos y collares que se habían robado. Gran herencia que me hubiera dejado... pero todo se perdió.
Una vez en el auto ella se agachaba cada vez que pasabamos cerca de una patrulla. Dice que por ser gringa la gente le quiere hacer mal...
Yo no lo creo. Más bien se voltean por su apariencia. Aunque sea vieja siempre se ve perfecta! Iré a ver la foto que está en la sala. Sale hermosa. Y en sus brazos estoy yo. Las dos, metidas en una alberca de Taxco, brillamos por el sol que se mezcla con el color de nuestro cabello.